A 20 días de las elecciones legislativas, que redefinirán el mapa político de cara al 2023, el BCRA presidido por Miguel Pesce intensificó el uso de su capacidad de intervención en todas sus aristas. El viernes pasado el stock de reservas brutas cerró, según el último dato oficial, en u$s43.036 millones. Pero las reservas netas (incluyen el oro y DEG) apenas superarían los u$s8.000 millones, según estimaciones privadas, mientras que las netas disponibles (incluyen DEG) poco más de u$s4.600 millones. De ahí que analistas e inversores se ocupan diariamente de “contarle las costillas” a Pesce, o sea, cuántas “balas” le quedan al BCRA para intervenir y cómo cerraría el año, suponiendo que pagara los vencimientos que aún quedan como la segunda cuota con el FMI.
En este contexto, y ante el recalentamiento de las cotizaciones informales y alternativas del billete estadounidense, el ente monetario empezó a recurrir a todo el abanico disponible de instrumentos para intervenir en los mercados cambiarios. Ya venía interviniendo en el mercado spot o contado vía el MULC, como así también en el segmento de los tipos de cambio alternativos o informales como el CCL y MEP (a través de la venta y recompra de títulos públicos que terminan siendo un factor contractivo de la base monetaria en promedio en unos $62.000 millones mensuales). (Ambito)