Las calles de Palermo respiran aires hollywoodenses. Carteles, gritos, y adultos vestidos de Jack Sparrow se amontonan en la entrada de un reconocido cine de la zona. Johnny Depp está a punto de aparecerse entre los fans para presentar su última película como director. Su singular look de sombrero y gafas fucsias desata una ovación. Piratas del Caribe se estrenó en 2003, pero el furor por el protagonista y aquel icónico personaje se mantiene inoxidable. La euforia de los cientos de fanáticos -devenidos “piratas”- que ruegan por su abrazo un ventoso martes de noviembre no hacen más que confirmarlo: 20 años no es nada.
En las inmediaciones del Cinemark Palermo, la agitación era constante: los fans mantenían vigilia, coreando los nombres de los personajes emblemáticos encarnados por Depp, y buscaban captar su llegada con teléfonos, cámaras y mensajes instantáneos para redes sociales.

Algunos fanáticos llegaron temprano. “Estoy desde las 12 del mediodía”, relató una joven con lágrimas en los ojos. El público llevó pancartas y banderas alusivas al actor y sus películas.
Cuando Depp hizo su aparición, el fervor superó toda previsión. El recibimiento fue tan intenso que el entusiasmo y la emoción se extendieron desde la entrada hasta la vereda. El actor respondió al clamor del público con saludos, sonrisas y gestos de agradecimiento, lo que le dio al evento una atmósfera que condimentó la presentación y dejó claro el vínculo que lo une con sus seguidores argentinos. El público lo aplaudió, lo vitoreó y luchó por captar un saludo, una mirada o un autógrafo, con un frenesí que reflejó el carácter histórico de la noche.

Una llovizna y el anochecer cubrieron Buenos Aires, pero la expectativa no disminuyó.

