La abuela de Nahel y otros familiares han hecho llamamientos a la calma, con un éxito relativo. «Quiero que todo esto pare. A la gente que está rompiendo cosas les digo que paren. Que no destruyan las escuelas», ha pedido la abuela, llamada Nadia. Las redes sociales, espiadas por los servicios de seguridad, difunden a toda hora expresiones de cólera que atizan el vandalismo latente e inflamable.
Por su parte, las asociaciones de alcaldes de los 34.955 municipios de Francia han convocado sentadas y manifestaciones, a la puerta de las alcaldías, como muestra de solidaridad con el alcalde conservador de L’Haÿ-les-Roses (32.000 habitantes), en la periferia oeste de París, víctima de un intento de asesinato. Sin embargo, varios millares de asociaciones humanitarias prefieren apoyar la llamada cólera ciudadana.