En los últimos meses, en colegios del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), las matrículas se engrosaron con estudiantes rusos. De acuerdo a las cifras a las que accedió Infobae, solo en las escuelas públicas porteñas hasta hoy se anotaron 327 chicos rusos (71 en nivel inicial, 194 en primaria y 62 en secundaria) para empezar las clases el lunes. En los años anteriores no hay registros de alumnos de esa nacionalidad en las aulas. En los colegios privados, si bien no hay números oficiales, las cámaras que nuclean a los establecimientos aseguran que la matriculación rusa también se multiplicó.
Las inscripciones no alcanzan solo a chicos en edad escolar. Ya hay 300 adultos nacidos en Rusia anotados para terminar la primaria en la Ciudad. Los motivos varían: son personas que no manejan el español y necesitan acreditar un nivel básico del idioma, o bien no terminaron la primaria en su país, o bien sí completaron el nivel en su país natal pero necesitan un diploma que los valide en la Argentina. Del mismo modo, también suman 105 personas rusas inscriptas para capacitarse en distintas áreas de formación profesional.
El sistema educativo ruso consta de 11 años: cuatro de primaria y siete de secundaria; a diferencia del argentino que tiene doce años de obligatoriedad. Es decir, un alumno de primer año en Rusia sería un alumno de quinto grado en la Argentina. Aunque la equivalencia es difícil de establecer: los aprendizajes son disímiles y, de acuerdo a las consultas, todavía cuesta precisar los niveles.
En el San Carlos, cuenta Speyer, optaron por distintas estrategias para integrar a los estudiantes rusos: en matemática es más sencillo, dice, pero en literatura, en vez de una novela, se les da un cuento, se utiliza chats de inteligencia artificial para ayudarlos con el idioma, algunas docentes traducen sus propuestas al ruso con la ayuda del traductor de Google, se les intenta mostrar figuras reconocibles para cualquier cultura.
“Es una experiencia muy enriquecedora para todos. Los chicos vienen con una disciplina de estudio y un concepto de autoridad muy distinto al de acá. Por eso aprenden rápido y se sorprenden con la cercanía que hay en las aulas con el docente. No necesitan tratarlos de usted”, describió el directivo.
En el Ministerio de Educación porteño todavía no tienen un mediador que hable ruso. “Debido al ingreso escolar de niños hablantes de ruso, trabajamos con intérpretes provistos en algunos casos por las mismas familias, en otros casos contamos con la colaboración de personas de la comunidad que tienen buen manejo del español, con los que ya hemos trabajado, y asisten en las reuniones preliminares entre escuela y familia”, explicaron.