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Papa Francisco: “Ni se me pasó por la cabeza renunciar”

En una profunda entrevista emitida por Radio COPE y reproducida por completo por Vatican News, el Papa Francisco se refirió a múltiples temas en diálogo con el reconocido periodista Carlos Herrera. La charla se desarrolló en un clima ameno y de confianza, y hasta hubo tiempo para las bromas, como por ejemplo cuando se le consultó sobre su aislamiento durante la estricta cuarentena por la pandemia de coronavirus: “Es una ciencia que todavía tengo que terminar de aprender. Es difícil aguantarse a sí mismo”.

Sin embargo, la mayoría de la tertulia fue sobre temas más duros, serios. Como por ejemplo, Afganistán, situación que abordó de manera global y tema sobre elc ual cuestionó el intervencionismo occidental. “Me tocó una cosa que dijo la canciller (Angela) Merkel, que es una de las grandes figuras de la política mundial, en Moscú, el pasado 20 [de agosto]. Traduzco. Espero que la traducción sea correcta: ‘Es necesario poner fin a la política irresponsable de intervenir desde fuera y de construir en otros países la democracia, ignorando las tradiciones de los pueblos’. Lapidaria. Creo que esto dice mucho, que cada uno lo interprete. Pero ahí me sentí con una sabiduría delante de esto que dijo esta mujer”, dijo el Papa, aunque cometiendo un desliz: la cita correspondía a Vladimir Putin, no a la dirigente alemana.

También señaló que no suele llorar, aunque algunas situaciones -este último año- lo entristecieron. “Yo no soy de lágrima fácil, pero de vez en cuando me viene esa tristeza frente a algunas cosas”.

Entrevista completa:

– Bueno, le debo preguntar en primer lugar, Santo Padre, ¿cómo se encuentra?

– Todavía vivo. [Risas]

– Su operación reciente, que fue una operación de envergadura, nos dejó una cierta preocupación…

– Y sí, estas cosas que nacen de los divertículos… y qué sé yo… por ahí se deforman, se necrosan… pero gracias a Dios fue tomada a tiempo, y ya me ve.

– Tengo entendido, además, que la acción de un enfermero fue la que le señaló, la que le alertó en primer lugar.

– ¡Me salvó la vida! Me dijo: “Usted tiene que operarse”. Había otras opiniones: “No, que con antibiótico…” y él me explicó muy bien. Es enfermero de acá, del servicio sanitario nuestro, del hospital del Vaticano. Hace treinta años que está aquí, un hombre de mucha experiencia. Es la segunda vez en la vida que un enfermero me salva la vida.

– ¿Cuándo fue la primera?

La primera vez fue en el año 57, cuando pensaban que era una gripe, una epidemia de esas de gripe en el seminario, y me curaba el enfermero del seminario con aspirina. Y para los otros iba bien, pero conmigo no andaba y me llevaron al hospital, y me sacaron agua del pulmón. El médico dijo, no me acuerdo cuánto, digamos un millón de unidades de penicilina y tantas de estreptomicina –eran los únicos antibióticos de la época—y, cuando se fue, la enfermera dijo: “El doble”.

– ¿Y eso le salvó?

– Sí. Porque si no, no hubiera…

– Uno de los… no diré de los secretos mejor guardados del Vaticano, pero una de las cuestiones que tradicionalmente más interesa es la salud del Papa.

– Sí, evidentemente.

– No ha habido ninguna sorpresa, estaba todo programado…

– Estaba todo programado y se avisó… Después del Ángelus me fui directamente, eso sería casi a la una, y se avisó a las 15.30h, cuando ya estaba en los preliminares.

– Usted ha dicho, Santidad, que “mala hierba nunca muere”…

– Así es, así es, y eso vale para mí también, vale para todos.

– ¿Los medios [sic] le han prohibido algo, hay algún ultimátum? ¿Hay algo que Su Santidad no pueda hacer y a lo que no esté dispuesto?

– No entiendo.

– ¿Algo le han prohibido los médicos?

– ¡Ah, los médicos! Perdón, le había entendido “los medios”.

– Bueno, los medios ya sabe que también tienen tentaciones. Pero los médicos en este caso.

– Ahora puedo comer de todo, cosa que antes con los divertículos no se podía. Puedo comer de todo. Todavía tengo las medicinas posoperatorias, porque el cerebro tiene que registrar que tiene 33 centímetros menos de intestino. Y todo me lo maneja el cerebro, el cerebro maneja todo nuestro cuerpo, y le lleva tiempo registrarlo. Pero vida normal, llevo una vida totalmente normal.

– Come lo que quiere…

– Lo que quiero.

– Camina, hace esfuerzo…

– Hoy toda la mañana en audiencias, toda la mañana.

– Ahora se va a un viaje a Eslovaquia y a Hungría. Tengo entendido que es el 34º viaje de su Pontificado.

– No me acuerdo bien del número, pero debe de ser.

– ¿El programa va a ser igual de intenso? Yo creo que a los papas, Santidad, les hacen hacer una auténtica yincana. Yo siempre me he preguntado por qué los papas no van dos días más y reparten el trabajo en dos días más, porque son de las 24 horas 18 aproximadamente haciendo cosas. ¿Va a tener que medir más sus fuerzas después de la operación o no?

– Quizás en este primer viaje un poco más, porque uno tiene que reponerse del todo, ¿no?, pero al final va a ser igual que los otros, ya lo va a ver. [Ríe]

– ¿Teme Su Santidad que una de las cosas más insistentes con las que los medios, esencialmente italianos, le distinguen a usted, Santo Padre, es que cuando se pone en duda la salud del Papa muchos piensan o insisten en el viejo argumento de la renuncia, el me voy a casa, no puedo más…? Es una constante permanente, yo creo, en su vida como Papa, ¿no?

– Sí, incluso me dijeron que la semana pasada estuvo de moda eso. Eva [Fernández] me dijo eso, incluso me lo dijo con una expresión argentina muy linda, y yo le dije que no tenía idea porque yo leo un solo diario acá en la mañana, el diario de Roma. Lo leo porque me gusta el modo de titular que tiene, lo leo rápido y punto, no entro en el juego. Televisión no veo. Y recibo, sí, el informe más o menos de las noticias del día, pero de eso me enteré mucho después, algunos días después, que había una cosa de que yo renunciaba. Siempre que un Papa está enfermo corre brisa o huracán de cónclave.

– ¿Cómo ha sido el confinamiento del Papa? El tiempo en el que hemos estado confinados en casa. ¿Qué ha hecho el Papa durante el confinamiento?

– Primero aguantarme a mí mismo, ¿no?, que no es fácil. Es una ciencia que todavía tengo que terminar de aprender. Es difícil aguantarse a sí mismo.

– Lleva mucha costumbre, lleva muchos años…

– Sí, pero es difícil. Uno a veces es caprichoso consigo mismo, y quiere que las cosas salgan en automático. Después empecé a retomar las cosas de a poco y, hoy día, estoy llevando vida normal. Esta mañana, toda la mañana de audiencias; hoy es la segunda audiencia de la tarde (empecé a las 15.30h) y sigo adelante.

– Aunque la meta de su próximo viaje es a Eslovaquia, muchos van a estar pendientes de su encuentro con el primer ministro de Hungría, Víctor Orban, con quien no comparte algunos puntos de su programa de gobierno, especialmente lo relativo al cierre de fronteras. ¿Qué le gustaría decirle si tuviese la ocasión de encontrarse con él a solas?

– Yo no sé si me voy a encontrar con él. Sé que autoridades van a venir a saludarme. Yo no voy al centro de Budapest, sino al lugar del Congreso [Eucarístico], y hay un salón donde me reuniré con los obispos y ahí recibiré a las autoridades que vengan. No sé quién vendrá. Al presidente lo conozco porque estuvo en la misa en Transilvania, esa parte de Rumanía donde se habla en húngaro, una misa preciosa en húngaro, y vino con un ministro. Creo que no era Orban… porque al final de la misa se saluda formalmente… yo no sé quién vendrá…

Y una de las cosas que yo tengo es no andar con libreto: cuando estoy delante de una persona la miro a los ojos y dejo que salgan las cosas. Ni se me ocurre pensar en qué le voy a decir en el caso de estar con él, son una serie de futuribles que a mí no me ayudan. Me gusta lo concreto; lo futurible te enreda, te hace mal.

– El nuevo mapa político que afronta Afganistán, Su Santidad lo sigue de cerca. Se ha dejado a su suerte al país tras muchos años de ocupación militar. ¿El Vaticano puede mover hilos diplomáticos para intentar que no haya represalias contra la población, para tantas otras cosas?

– Sí. Y, de hecho, estoy seguro de que la Secretaría de Estado lo está haciendo porque el nivel diplomático del Secretario de Estado es muy alto y el de su equipo, también el de Relaciones con las Naciones. Realmente el cardenal Parolin es el mejor diplomático que yo he conocido. Diplomático que suma, no de esos que restan, que siempre busca, un hombre de acuerdo. Estoy seguro que está ayudando o al menos ofreciéndose. Es una situación difícil. Yo creo que como pastor debo llamar a los cristianos a una oración especial en este momento. Es verdad que vivimos en un mundo de guerras, (piense en Yemen, por ejemplo). Pero esto es algo muy especial, tiene otro significado. Y yo voy a tratar de pedir lo que pide siempre la Iglesia en los momentos de mayor dificultad y de crisis: más oración y ayuno. Oración, penitencia y ayuno, que es lo que en los momentos de crisis se pide. Y respecto al hecho de 20 años de ocupación y después se deja, yo recordé otros hechos históricos, pero me tocó una cosa que dijo la canciller Merkel, que es una de las grandes figuras de la política mundial, en Moscú, el pasado 20 [de agosto]. Traduzco. Espero que la traducción sea correcta: “Es necesario poner fin a la política irresponsable de intervenir desde fuera y de construir en otros países la democracia, ignorando las tradiciones de los pueblos”. Lapidaria. Creo que esto dice mucho, que cada uno lo interprete. Pero ahí me sentí con una sabiduría delante de esto que dijo esta mujer.

– El hecho de que Occidente renuncie, fundamentalmente la coalición que encabeza EE.UU. y la propia UE… ¿al Santo Padre le desalienta o cree que es el camino adecuado? ¿Hay que dejarles a su suerte?

– Son tres cosas distintas. El hecho de renunciar es lícito. El eco que tiene en mí es otra cosa. Y lo tercero, usted dijo “dejarlos a su suerte”; yo diría el modo de cómo renunciar, el modo en cómo se negocia una salida, ¿no es cierto? Por lo que se ve, aquí no se tuvieron en cuenta -parece, no quiero juzgar-, todas las eventualidades. No sé si habrá una revisión o no, pero ciertamente hubo mucho engaño de parte quizás de las nuevas autoridades. Digo engaño o mucha ingenuidad, no entiendo. Pero yo aquí vería el modo. Y esto de la señora Merkel creo que subraya.

– El Papa yo me imagino que se puede permitir desengaños como cualquier cristiano. ¿Cuál ha sido el mayor desengaño como Santo Padre que ha tenido, Santidad?

– Tuve varios. Tuve varios desengaños en la vida y eso es bueno porque los desengaños te hacen aterrizar de emergencia. Son aterrizajes de emergencia en la vida. Y el asunto está en levantarse. Hay una canción alpina que a mí me dice mucho: “En el arte de ascender lo que importa no es no caer, sino no permanecer caído. Y vos, delante de un desengaño, tenés dos caminos: o te quedas ahí diciendo que esto no va –como dice el tango: “Dale que va, que todo es igual, que allá en el horno nos vamos a encontrar”– o me levanto y apuesto de nuevo. Y creo que delante de una guerra, delante de una derrota, hasta de un desengaño propio o un fracaso propio o el propio pecado, hay que levantarse y no permanecer caído.

– El diablo siempre se dice que está encantado de que la gente crea que no existe. ¿El diablo también corretea por el Vaticano?

– El diablo corretea por todos los lados, pero yo a quien le tengo más miedo son a los diablos educados. Esos que te tocan el timbre, que te piden permiso, que entran en tu casa, que se hacen amigos… ¿Pero Jesús nunca habló de eso? ¡Sí que habló! Sí que habló. Cuando dice esto: cuando el espíritu inmundo sale de un hombre, cuando alguien se convierte o cambia de vida, va y empieza a dar vueltas por ahí, en lugares áridos, se aburre… y después de un tiempo dice “voy a volver para ver cómo está aquello”, y ve la casa toda ordenada, toda cambiada. Entonces busca a siete peores que él y entra con otra actitud. Por eso digo que son los diablos educados, los que tocan el timbre. La ingenuidad de esta persona lo deja entrar y el fin de ese hombre es peor que el principio, dice el Señor. Tengo pavor a los diablos educados. Son los peores, y uno se engaña mucho. Uno se engaña mucho.

– En marzo se van a cumplir nueve años del inicio de su Pontificado, que no ha sido aquel pontificado breve de 4-5 años que dijo Su Santidad. ¿Se encuentra satisfecho de los cambios emprendidos o le queda alguna cosa pendiente que quisiera rematar de forma inminente? Es decir, ¿tiene la sensación de que Dios le ha dado un tiempo extra por algo?

– Evidentemente que a mí el nombramiento me agarró por sorpresa porque vine con una valijita. Porque yo acá tenía la sotana. Me habían regalado una cuando me hicieron cardenal y la dejé en casa de unas monjas para no tener que… Yo pertenecía a cinco o seis congregaciones acá y entonces tenía que viajar, para no venir con eso… Vine como siempre. Y dejé preparadas las homilías de la Semana Santa allá en el obispado. Es decir, me agarró por sorpresa. Pero no hay nada mío inventado, lo que hice desde el principio es procurar poner en marcha lo que los cardenales dijimos en las reuniones precónclave para el próximo Papa: el próximo Papa tiene que hacer esto, esto, esto, esto. Y esto es lo que yo empecé a poner en marcha. Creo que quedan varias cosas por hacer todavía, pero no hay nada inventado por mí. Yo estoy obedeciendo a lo que se marcó en aquel momento. Quizás algunos no se daban cuenta de lo que estaban diciendo o pensaban que no era tan grave, pero algunos temas provocan escozor, es verdad. Pero no hay una originalidad mía en el plan. Y mi proyecto de trabajo, ‘Evangelii Gaudium’, es una cosa en la que traté de resumir lo que los cardenales dijimos en ese momento.

– Es decir, cuando salió usted de Buenos Aires, ¿en ningún momento contempló la posibilidad de que no iba a volver?

– No, para nada. Para nada. Si tuve que atrasar cosas para allá esenciales. Por la edad mismo no se me ocurrió. Cuando no se te ocurren cosas, no más. Pero yo lo único que hice fue tratar de resumir todo; pedí las actas de esas reuniones –en que yo estaba presente, pero para no olvidarme– y poner en marcha eso.

– Uno de los últimos terremotos en el Vaticano, al menos en los medios, es el macroproceso por corrupción en el que está imputado el cardenal Becciu. Él asegura que va a quedar demostrada su inocencia. Desde fuera da la impresión de que la reforma de las finanzas vaticanas es como ese caracol que trepa por el pozo y cada vez que avanza un metro retrocede dos. ¿Hay esperanza? ¿Cómo cree que acabará este asunto? En todos los organismos la corrupción es un pecado inherente, inevitable, pero ¿en qué manera puede ser evitable dentro del Vaticano?

– Hay que poner todos los medios para evitarlo, pero es una historia vieja. Mirando hacia atrás, tenemos la historia de Marcinkus, que la recordamos bien; la historia de Danzi, la historia de Szoka…Es una enfermedad en la que se recae. Creo que hoy día se ha progresado en la consolidación de la justicia del Estado Vaticano. Desde hace tres años se fue avanzando de tal manera que la justicia fuera más independiente, con los medios técnicos, incluso con declaración de testigos grabados, las cosas técnicas actuales, nombramientos de jueces nuevos, del ministerio público nuevo… y esto fue llevando adelante las cosas. Y ayudó. La estructura ayudó a enfrentar esta situación que parecía que no iba a existir nunca. Y todo empezó con dos denuncias de personas que trabajan en el Vaticano y que en sus funciones vieron una irregularidad. Hicieron una denuncia y me preguntaron qué se hace. Yo les dije: si quieren ir adelante tienen que presentarlo al fiscal. Era un poco desafiante la cosa, pero eran dos personas de bien, estaban un poco acobardadas y entonces como para darles ánimos metí mi firma debajo de la de ellos. Para decir: este es el camino, no le tengo miedo a la transparencia ni a la verdad. A veces duele, y mucho, pero la verdad es lo que nos hace libres. Así que esto fue simplemente. Ahora, que de aquí a algunos años aparezca otro… Esperemos que estos pasos que estamos dando en la justicia vaticana ayuden a que cada vez menos sucedan estos hechos que… Sí, usted usó la palabra corrupción y en este caso obviamente que, al menos en la primera vista, parece que la hay.

– ¿Qué teme más, que [Becciu] sea declarado culpable o inocente, habida cuenta que usted mismo dio permiso para llevarle a juicio?

– Él va a juicio según la legislación vaticana. En una época, los jueces de los cardenales no eran los jueces de Estado como hoy día sino el jefe del Estado. Yo quiero de todo corazón que sea inocente. Además, fue un colaborador mío y me ayudó mucho. Es una persona a la que tengo cierta estima como persona, o sea que mi deseo es que salga bien. Pero es una manera afectiva de la presunción de inocencia, vamos. Además de la presunción de inocencia, tengo ganas de que salga bien. Ahora, la justicia es la que va a decidir.

– No sé si el Papa Francisco es muy de dar un puñetazo con fuerza encima en la mesa. ¿Quizá el último golpe sobre la mesa ha sido el documento pontificio en el que se limita la celebración de las ‘misas tridentinas’? Y le pido además que le explique a mi audiencia qué es la ‘misa tridentina’, qué tiene la misa tridentina que no sea preceptiva.

– Yo no soy de dar golpes sobre la mesa, no me sale. Más bien soy tímido. La historia de ‘Traditionis custodes’ es larga. Cuando primero San Juan Pablo II –y después Benedicto ya más claramente con ‘Summorum Pontificum’–, hizo esta posibilidad de que se pudiera celebrar con el misal de Juan XXIII (anterior al de Pablo VI, que es el postconciliar) para aquellos que no se sentían bien con la liturgia actual, que tenían una cierta nostalgia… me pareció de las cosas pastorales más bellas y humanas de Benedicto XVI, que es un hombre de una humanidad exquisita. Y así empezó. Ese fue el motivo. A los tres años él decía que había que hacer una evaluación. Se hizo una evaluación y parecía que todo andaba bien. Y andaba bien. De esa evaluación a ahora pasaron diez años (o sea, trece desde la promulgación) y el año pasado vimos con los responsables del Culto y de la Doctrina de la Fe que convenía hacer otra evaluación a todos los obispos del mundo. Y se hizo. Llevó todo el año. Después se estudió la cosa y, en base a eso, la inquietud que más aparecía era que una cosa hecha para ayudar pastoralmente a quienes han vivido una experiencia anterior, se fuera transformando en ideología. O sea, una cosa pastoral a ideología. Entonces había que reaccionar con normas claras. Normas claras que pusieran un límite a aquellos que no habían vivido esa experiencia. Porque parecía que estaba de moda en algunos lados que sacerdotes jóvenes “ah, no, yo quiero…” y por ahí no saben latín, no saben lo que dice. Y por otro lado, apoyar y consolidar lo de ‘Summorum Pontificum’. Hice más o menos el esquema, lo hice estudiar y trabajé, y trabajé mucho, con gente tradicionalista de buen sentido. Y salió ese cuidado pastoral que hay que tener, con algunos límites pero buenos. Por ejemplo, que la proclamación de la Palabra sea en un idioma que todos lo entiendan; si no, es reírse de la Palabra de Dios. Pequeñas cositas. Pero sí, el límite es muy claro. Después de este motu proprio, un sacerdote que quiera celebrar no está en las condiciones de los otros –que era por nostalgia, por deseo, etc– y ahí sí tiene que pedir permiso a Roma. Una especie de permiso de bi-ritualismo, que solamente lo da Roma. [Como] un sacerdote que celebra en rito oriental y rito latino, es bi-ritual pero con permiso de Roma. O sea, hasta el día de hoy, los anteriores siguen pero un poco ordenados. Más aún, pidiendo que haya un sacerdote que esté encargado no solamente de la liturgia sino de la vida espiritual de esa comunidad. Si usted lee bien la carta y lee bien el decreto, va a ver que simplemente es reordenar constructivamente, con cuidado pastoral y evitar un exceso a quienes no están…

– ¿Le quita el sueño a Su Santidad el camino sinodal que ha iniciado la Iglesia Católica Alemana?

– Sobre eso, yo me permití mandar una carta. Una carta que la hice yo solo en castellano. Un mes me llevó hacer eso, entre rezar y pensar. Y se la mandé en su momento: original en castellano y traducción al alemán. Y ahí expreso todo lo que siento sobre el sínodo alemán. Ahí está todo.

– No es una protesta nueva la del sínodo alemán… se repite la historia…

– Sí, pero no me pondría tampoco demasiado trágico. En muchos obispos con los que hablé no hay mala voluntad. Es un deseo pastoral, pero que por ahí no tiene en cuenta algunas cosas que yo explico en la carta que hay que tener en cuenta.( Infobae)

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