Nadie puede afirmar si es un mito o tiene algún viso de realidad, pero lo cierto es que el fantasma de la “venganza de Ariel Lijo” corre de boca en boca por los despachos del Senado, en los que se habla con temor reverencial del “poder de fuego y el manejo corporativo en Comodoro Py” que tiene el juez federal y cómo podría recaer sobre aquellos que se animen a votar en contra de su nominación para ingresar a la Corte Suprema de Justicia.
Aunque puede sonar a una excusa para maquillar un apoyo vergonzante, la idea de malquistarse, de ganarse un enemigo poderoso como sería un juez con despacho en Comodoro Py, se ha convertido en uno de los factores que se mencionan de manera constante en la Cámara alta cada vez que se baraja la posibilidad de que el pliego de Lijo llegue al recinto para su votación.
“Me lo imagino a Lijo colgando en las paredes de su despacho las fotos de los senadores que voten en contra y esperando el momento en que le caiga una causa contra alguno de ellos en su juzgado”, comentó ante LA NACION, un poco en broma, otro tanto en serio, un senador kirchnerista que todavía no hizo público su voto, pero que no se molesta en esconder que está dispuesto a darle su apoyo al juez federal ingrese al máximo tribunal de Justicia.
El miedo a las eventuales represalias no conoce de fronteras políticas. “No es broma tener que votar en contra de Lijo. Es un enemigo que ningún político quisiera tener, más aún si llega a obtener el acuerdo y se convierte en juez de la Corte”, opinó un senador radical de los denominados “sin techo”, es decir que representa a una provincia que gobierna otro partido.
Nadie sabe cuál será el efecto del factor miedo en una eventual votación del pliego de Lijo en el Senado. Hasta el momento, Lijo ha ido tejiendo apoyos en base a sus relaciones políticas, corporativas y personales con gobernadores y senadores.